viernes, julio 07, 2006

Mi casa de playa

Hace algún tiempo escuché a alguien bastante exitoso decir:

“Siempre estuve muy segura para lo que estaba diseñada, para lo que estaba hecha. Así que me sentaba frente al mar a imaginar la vida que algún día viviría.”


No cuento con una amplia experiencia acerca del proceder del tiempo, el espacio o la vida, no soy versada en libros de filosofía o metafísica y tampoco considero que en mis cortos dieciséis haya conseguido un conocimiento tan profundo como para entender la compleja esencia de cada persona, para mi como para muchos sólo somos buenos y malos, inteligentes y tontos, taimados y nobles, pero si me preguntan puedo decir que he sido lo suficiente lista para darme cuenta que todo aquello solo responde a una pregunta, aquella que nos interroga ante el eminente enigma de compartir no sólo un padre común en algún lugar, sino también un arquitecto; quién sentado frente a una escuadra y un compás nos ha diseñado, con el afán que vemos reflejado en nuestra rebeldía diaria por hacer lo que sentimos, que sin saber lo que es, perseguimos con tesón.

Pienso que el ADN en nuestras células es una metáfora que la naturaleza le ha inventado a la vida, porque ahí en la oscuridad se puede sentir un leguaje que describe cómo sentimos, cómo creamos y cómo observamos, un “html” trabajando insondablemente bajo el subterráneo de nuestras acciones, decisiones y sentimientos.
Detrás de nuestra cabecita hay alguien que nos ha susurrado desde antes de nacer, los poemas que podremos recitar, las mentiras que seremos capaces de contar, las personas que amaremos sin razón y las canciones que en tu historia se darán.

Es inevitable pensar y volver a repasar lo impensable ¿Para qué estoy hecha?, esto debe ser lo primero que pensé. Se llega a un punto en que sientes que necesitas encontrar el sur, buscar tu ángulo de la rosa náutica y caminar, trotar, correr, nadar; hasta que los huesos aguanten. Yo por mi parte, antes de empezar, necesitaba saber cómo lucía, cómo me habían diseñado.

Estoy diseñada para tejer en punto cruzado problemas inexistentes en mi cabeza, me dije, pero no, no puede funcionar así. Me di cuenta que si somos hechos con la precisión de un arquitecto, debemos ser como las casas, que son hechas para que una familia habite en ella, tienen un fin concreto y están en armonía con las otras casas del vecindario. No somos dueños de nuestra maqueta, respondemos a un llamado enunciado desde siempre.

Después de unos días, pensando en las palabras puestas como premisa, me pregunté ¿Cómo ella supo para qué estaba hecha?, es acaso tan fácil como sentarse a mirar el horizonte y tener la certeza pura y floja de saber por qué estás aquí. Se pueden sacar muchas conclusiones al respecto, una de ellas podría ser que, algunas personas en el mismo orden que otras se ven con más claridad, tienen un lente más grande que otros y se han hallado; pero antes de dar por sentado tal afirmación, tuve que mirar un poco más. Algunos siempre han soñado con la casa que tendrán, la han visto en su mente y cuando tienen la oportunidad la construyen, otros no piensan en ello y se sienten cómodos viviendo en cualquier lugar, mucho más han soñado con ella pero la necesidad ha hecho que la olviden para dar lugar a una pequeña que los ayude a subsistir y otros han pensado en la casa de sus sueños pero no han podido imaginarla, ven tinieblas y sólo cuándo la encuentren en alguna calle podrán saber qué es la correcta.

Yo, creo de verdad, que mis tardes con sus horas interminables, mis noches de abatimiento gratuito y todos aquellos momentos en que veo el mundo sin entenderlo y me veo a mí misma, aprendiendo a leer lo que camina entre mis pensamientos, más que tiempo arrojado al viento son los que algún día me llevarán a imaginar la vida que viviré, y así algún día podré ver cómo luce mi casa, que seguro tiene un jardín muy grande porque me gusta oler la hierba fresca de lo diferente, muchas ventanas porque me gusta ver quién se asoma y muchas habitaciones porque así quiero ser, útil para muchas personas.