miércoles, enero 17, 2007

El Pasillo Infantil: Parte Uno

Existe algún punto en la vida, donde nos llegamos a sorprender a nosotros mismos, donde nos sentimos arrastrados muy lejos de donde empezamos y sin ningún reproche de los minutos inexistentes o los paradigmas que creíamos estipulados, volvemos la mirada y nos preguntamos ¿Cómo llegué aquí?.

Soy una lectora voraz declarada, de pequeña creo que lo único que me deprimía (o... lo único más cercano a suscitarme algún nivel de estrés a tan temprana edad) era no saber leer, fastidiaba mucho a mi papá con ese tema, le pedía que por favor me leyera lo que decía en las etiquetas de leche, de shampoo, de conserva, de papel higiénico, es más, trataba de hacerme la lista pidiéndole que me leyera un cuento tantas veces que yo pudiera memorizar y luego deleitar a un desconocido incauto con mi precoz habilidad para la lectura y es que yo me desesperaba por saber de qué hablaba la gente a mis espaldas, porqué se encolerizaban al leer el periódico, porque se reían al leer el papelito que viene en la goma de mascar, cómo es que la gente sabía como tomar el microbús correcto.

Finalmente tuve que esperar cinco años para aprender a leer, sin embargo en mis adentros algo me dice que con ese neurótico empeño hubiera podido aprender mucho antes, pero ni mis padres ni el colegio estarían abiertos a cumplir mi capricho. Cuando empecé a coquetear con las primeras sílabas creo que me sentía familiarizada con todo ese departamento gramático que cobraba significado para mí, nunca me sentí como alguien que ayudaban a aprender sino como alguien que de algún modo ya tenía lo que se requería para saber leer: predisposición, actitud e inteligencia. De repente pedía libros cada vez más complejos sin ninguna mueca de temor en el rostro y en el centro comercial corría al estante de libros para niños y dejaba el de muñecas Barbie para los pre-escolares que aún aprendían las vocales.

En algún punto creo que me creí grande, tenía esta nueva herramienta en mis manos que me abría ventanas a un nuevo nivel de verdad, podía conocer las cosas por mi misma, arrancarle una opinión al ritmo que mi cabeza le daba a las frases y sin mucho esfuerzo creo que llegué a sentirme un paso más adelante que los otros niños de mi edad, ellos exiguamente sabían leer su nombre en el pizarrón, en cambio yo, a través de las palabras comprendía el mundo que giraba a mi alrededor... porque cuando eres niño te crees un astro en el centro de un sistema solar; viéndolo desde arriba me doy cuenta que quizá fue el primer sorbo de autosuficiencia que probé, esa sensación que te da haber encontrado algo tan satisfactorio por ti mismo y haberlo llevado a una altura no predecible para alguien como tú, había empezado a conocer lo que pueden hacer por ti esos verbos en participio que se jactan de llevar el prefijo "auto".

Tiempo después se acabaron las aventuras del Principito Saint-Exupéry, mis vecinos y yo dejamos de frecuentar a Aslan en el ropero, alguna vez escuché que Babar volvió a la jungla y seguro que por esos años ya un mago de anteojos cobraba vida en una alacena debajo de la escalera. Yo seguía frecuentando las estanterías y mientras corrían los meses, también lo hacían mis tenis por los pasillos, cuando llegué a los nueve se volvió muy usual verme colgada de alguna repisa tratando de coger alguna novela elegíaca estrechamente apiñada.

Aprendí a vivir a través de la mente de los autores, leyendo entre líneas visité Paris, Toulouse, Lyón y Macondo, antes de despertar como anciana pude ver lo que es ser una y una vez más a mis cortos dieciséis comprobé como el edulcorante reemplazaba el azúcar, la autosuficiencia reemplazaba al hombre real y como pasa en las películas los que se consumen de placer se estrellan amigablemente con la autosatisfacción, que como todo, encuentra su final y casualmente éste mucho antes que todo lo demás... Continuará.

lunes, enero 08, 2007

Una tiene que hacer, lo que una tiene que hacer

Hay momentos que simplemente son inevitables; cuando tocan a tu puerta, no se les puede dejar esperando afuera por mucho tiempo, son importantes porque al parecer la vida les ha puesto el sello de “urgente” y si los esquivas, finalmente lo único que esquivarías es a ti.

Si hay una experiencia aterradora, definitivamente es ir al dentista, la imagen de esos artefactos puntiagudos propinando dolor y el ruido de tortura que te taladra la mente son sólo algunos motivos para querer aplazar ese día, también está el desgaste psicológico que te deja el ser regañada, analizada y expuesta. Nos sentimos cómodos con las ventanas en nuestros ojos, pero nuestros dientes son ventanas hacia la conciencia que preferimos dejar cerradas.

A vacaciones regaladas no se les mira las horas, es una cínica variación pero quién nunca ha disfrutado un break es sólo porque los papelitos en tu cartera y el chardonnay de anoche nos tienen acostumbrados a nadar en stress, y es que la agonía de los últimos días de vacaciones se cuenta en inglés, breves y concisos, volvemos al trabajo, la escuela o la universidad más rápido de lo que nos toma olvidarnos de ello. Sin importar cuanto odies el día, este parece querer cada uno de tus minutos y sin darte cuenta ya estas running late.

Son muchas las cosas que nos encantaría poder evitar, porque nos fastidian, nos aburren o nos asustan, sin embargo están justo ahí sobre nosotros, somos su centro de gravedad, su punto de encuentro, y es que ¡cómo nos encantaría coger nuestro bolso y simplemente escapar!, dejarlo ir y meter la cabeza en la tierra, la naturaleza no nos hizo avestruces pero ¿Será que alguna vez podemos ser fugitivos de nuestro propio destino?

Huir te lleva a nuevos lugares, nuevas personas y nuevas dimensiones de tu propio ser, te ayuda a conocer el epítome indómito y primario que cada uno esconde en lo más recóndito de sus propias capacidades, lo que hay entre el podría o no podría, porque escaparse de casa instala una mentira en tus labios, hacer trampa en un examen una falta a la confianza, engañar a un novio una culpa en la conciencia y cuando nos perdemos entre el ser y parecer, a fin de cuentas huimos de nosotros mismos, le damos la espalda a lo mejor que podríamos ser, callamos nuestras mejores ideas y aplazamos el día en que la felicidad y paz llegarán a nuestras vidas.

Empezar por buscar posada en un pretexto no hace más fácil el camino, atrasa tu búsqueda, declina toda seguridad y confianza puesta en la meta y aunque cada camino, ancho o estrecho, esté atestado de falsos atajos, la vida no es tonta sólo cabe en el camino correcto y si queremos obtener el grial de nuestros sueños sólo nos queda seguirlo, pelear, decir y hacer.

Siendo un poco más honestos: quien nos querría si nunca quisiéramos mandar nuestra sonrisa al dentista, con qué dinero pagaríamos nuestras vacaciones si no fuéramos a trabajar, no seríamos lo que somos si no nos enfrentáramos a la vida, diciéndole lo que queremos para nosotros y…no podría soñar con ser una exitosa escritora si no venciera la flojera diaria por sentarme frente al ordenador a terminar mi columna semanal.

Están ahí, esos momentos… y sólo son pequeñas piedras que pisamos antes de llegar a la playa.

miércoles, enero 03, 2007

Feliz Año Nuevo!!!

Es emocionante ovacionar una nueva revolución planetaria, es saludable cerrar viejas heridas y cambiar de piel; las nuevas etapas comienzan y con ellas el deseo perenne e inmanente por despertar y ser un poco mejores, claro, no todos son tan humildes y hay quienes van más allá y desean intercambiar un alma por otra, pero está bien, siempre y cuando la que esté por venir no le haya firmado nada a nadie, no venga en blanco por llenar, ni borroneada por la conformidad; sino que tenga párrafos que nos recuerden los errores, que nos den la nota para empezar otra vez.

Siempre me ha maravillado la noche de Año Nuevo, las personas parecen estar todas felices y expectantes por echar al anciano año viejo; es una noche muy mágica también, en Halloween salimos todos a las calles disfrazados de magos y brujitas, pero es esta noche donde realmente pensamos que somos magos y brujitas, sino vasta con mirar el gran número de sortilegios, baños, sahumerios, cábalas y rituales que la gente perpetra cada 31.
Velas verdes para la salud y el dinero, trotar con maletas para subirse a un avión, comer uvas para que se cumplan los deseos, bañarse con limones y mandarinas para purificar el aura, llevar un cerdito rosa en la cabeza el primer día para realizar cualquier empresa y es que estamos en el año chino del cerdo… eh! Ese último también te lo creíste?

Todos adoran el año nuevo porque, empiezo a creer, tienen un pretexto más para mejorar sus vidas, tienen pequeñas recetas empíricas y casuales que les dicen que hacer para mejorar quienes son: ser más receptivos al amor, al dinero, al éxito, la salud, etc. Y es que… ¿necesitamos que todas esas cosas nos digan que somos capaces de merecer lo bueno de la vida?, ¿necesitamos un seguro anual, que nos garantice que todo estará bien los próximos doce meses?

Uno escucha por ahí, los últimos días del año… “cualquier ritual, todos funcionan, sólo hazlos con fe”, Si crees recibes bendiciones: de los limones, la miel, las rosas, el clavel, la vela y el trigo, es lento y progresivo no desesperes, la fe mueve montañas, los ciclos de la luna y hasta las cajas registradoras.
¿Por qué es más fácil tenerle fe a los limones y porqué es tan difícil creer en nosotros?

La fe, algo muy complicado de cultivar y aún mucho más complicado de cuidar, regar y mantener; la fe es intuitiva y muy vanidosa, no se entrega fácilmente, le da muchas vueltas al sujeto antes de confiar, pero es como una adolescente, si le sabes decir cosas bonitas no hay palabras negativas, pesimistas o reales que la hagan desistir

Aceptamos la propaganda gratuita que el mundo nos lanza, la guardamos en nuestro cerebro y cuando es oportuno despertamos estas pequeñas cadenas de información, asociándolas en una acción, el bañarse con flores para tener éxito, ¿por qué las flores? Es un poco complicado, pero si fuera realmente así, ¿es que los inversionistas tienen jacuzzis llenos de flores donde se bañan todos los días?.
Quizá es más fácil creer en lo que otros creen, quizá es más fácil creer en lo que otros quieren que creamos, por eso es más fácil creer que cada 31 nos convertimos en brujitas en vez de creer que somos capaces de ser mejores personas de aquí en adelante.

Nuestra búsqueda hacia la felicidad empieza y termina en nosotros, si las palabras y los avisos vienen desde el departamento de publicidad de nuestro corazón podemos confiar un poco más en nosotros, creer que merecemos lo que deseamos, el presente es sólo nuestro campo de acción, somos nosotros los únicos ingredientes que este ritual llamado vida necesita, y si fallamos, no terminamos perdidos en el pasado… nos reciclamos y cada instante de la vida se puede celebrar un Feliz Nuevo Tú.